El grupo de investigación Oceánicos - Oceanografía e Ingeniería Costera de la Universidad acaba de recibir un nuevo equipo que facilitará la recopilación de datos en estudios oceánicos y en embalses.
El instrumento es un sensor CTD, compuesto por un tubo de titanio que al ser sumergido mide la temperatura, presión, conductividad y solidos suspendidos en aguas de hasta 2 mil metros de profundidad, y guarda los datos sin estar necesariamente conectado a través de cables a un computador.
El instrumento fue comprado principalmente para medir el transporte de sedimentos (acumulación de residuos de materiales que el agua arrastra) en zonas cercanas a las costas, lo que permite medir el grado de erosión en la línea de costa, es decir el límite entre el mar y la tierra firme. Esta herramienta también puede ser usada en aguas profundas tanto en el mar como en embalses.
“Nosotros no teníamos el equipo, veníamos trabajando con uno de la Universidad del Norte, un OBS (Optical Backscatter Sensor) que tenían allá y con él ya hemos hecho dos campañas en la ciudad de Cartagena y en Ciénaga. Ya este es de nosotros y es mucho más moderno porque no necesita tantos cables, el que veníamos utilizando tenía una frecuencia de 1 hertz y este de hasta 8 hertz, por lo que es mucho más amplio”, comenta Jennifer Montaño, estudiante de la maestría en Recursos Hidráulicos.
Jennifer agrega que a diferencia de otro CTD con el que cuenta la Facultad de Minas, este es un equipo mucho más pequeño que se puede sumergir fácilmente en aguas poco profundas.
Diversos proyectos adscritos al Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas podrán beneficiarse del nuevo instrumento, como los de monitoreo de embalses en Antioquia, de costas, y demás campañas de campo que necesiten medir presión o energía del oleaje.
La Corporación Prodeminas fue la encargada de hacer la importación del equipo desde Alemania. Según el represente legal, William Lalinde, es la primera vez que la Corporación realiza una labor como esta, pues antes se le pedía a una empresa externa que hiciera la compra, lo importara y luego se lo vendiera a la Universidad, lo que representaba costos más elevados.
El valor del sensor fue cercano a los 30 millones de pesos y el grupo de investigación se asesoró con el Instituto de Investigación Marum de la Universidad de Bremen (Alemania) para su compra.