En las últimas semanas se han registrado varios sismos que han dejado daños materiales en municipios del occidente de Antioquia. En Medellín también se han sentido estos movimientos telúricos. “Los sismos no generan muertes, en la infraestructura que cae reside el problema”, advirtió el profesor Albeiro Rendón Rivera del departamento de Geociencias y Medio Ambiente.
Colombia está ubicada en la zona de convergencia de tres placas tectónicas —la del Caribe, la de Nazca y la Sudamericana—, esta coincidencia hace del país un territorio con actividad sísmica diaria. Aquí, en la esquina del norte de Suramérica, yacen huellas de la historia geológica de la Tierra, pero a pesar de ello, el país sigue mostrando debilidades en su capacidad de prevención y preparación ante eventos sísmicos de gran magnitud.
Los recientes movimientos telúricos en Urabá no son casuales. Esta región, ubicada en el límite entre Antioquia y Chocó, se conoce como un “nido sísmico” por su alta recurrencia de actividad tectónica. Según el profesor Rendón Rivera, se trata de un punto crítico de acumulación de energía que se libera periódicamente en forma de sismos; sin embargo, “los sismos no matan a nadie, los que puede generar daños son las estructuras que caen encima de la gente. Dependiendo de qué tan bien construidas estén las ciudades, se dan afectaciones que pueden ser letales”.
La mayoría de los sismos que se registran en el país tienen magnitudes inferiores a 4 y suelen pasar desapercibidos para la población. Sin embargo, en los últimos días, los eventos en Urabá han alcanzado magnitudes de hasta 6, lo que los convierte en fenómenos preocupantes. “Hay sismos de 5 que han afectado ciudades importantes con heridos y daños considerables. Hay que tener en cuenta esa relación magnitud y vulnerabilidad, y la vulnerabilidad tiene que ver con cómo se construye, cómo está preparada la gente para afrontar el fenómeno. Un sismo empieza a ser importante a partir de 6 en magnitud, porque deja registro en el paisaje: se caen estructuras, aparecen deslizamientos, caída de rocas, etc”, puntualizó el profesor Rendón Rivera.
Uno de los antecedentes más importantes en esta región fue el doble evento sísmico de Murindó en 1992, dos sismos —de 7.1 y 7.3 en magnitud— que afectaron gravemente al municipio. En Medellín existe una preocupación permanente por la calidad de muchas edificaciones, tanto antiguas como recientes, y más desde el colapso del edificio Space, en 2013, que dejó en evidencia una cadena de desatenciones técnicas y económicas que comprometieron la seguridad.
“Un porcentaje importante de la ciudad está construida sin consideraciones sismológicas. Son barrios antiguos que se construyeron antes de la normatividad. Existen normas de sismorresistencia desde 1980 y hubo una actualización importante en 2010, pero a veces no hay un control de las entidades encargadas del asunto... muchas edificaciones saltan parte de la normatividad”, denunció el investigador.
Históricamente, Colombia ha enfrentado eventos sísmicos devastadores. En 1785, Bogotá fue parcialmente destruida. Cúcuta, en 1800, y Pamplona, en 1644, también fueron arrasadas por terremotos. Pero estos registros se conservan solo en crónicas, cartas y periódicos antiguos. Sin embargo, se desconoce gran parte de la amenaza sísmica de la región en los últimos 10.000 años. Aunque la Red Sismológica Nacional opera con confiabilidad desde 1997, el tiempo acumulado de datos instrumentales es insuficiente para comprender completamente la amenaza sísmica del país.
“Aquí entra en juego una disciplina emergente: la paleosismología. Esta rama de la geociencia se encarga de identificar huellas de grandes sismos en las rocas y el paisaje, antes de que existiera el registro humano. Esta disciplina llena el hueco del 97% de la información que no tenemos datos Hasta ahora, solo se han hecho estudios paleosismológicos en la falla Algeciras (Huila) y en la falla de Ibagué, dejando gran parte del territorio nacional sin análisis de este tipo”, precisó Rendón Rivera
En 1999, el Eje Cafetero fue sacudido por un terremoto de magnitud 6.2, el último gran sismo con consecuencias devastadoras en Colombia. También se tienen registros del terremoto de Tumaco en 1906, con una magnitud estimada de 8.1. que generó un tsunami que dejó aproximadamente 2.000 muertos. Ambos eventos confirman una recurrencia sísmica: tienden a repetirse cada 25 o 30 años.
Gestión del riesgo: entre lo técnico y lo político
Colombia cuenta con herramientas fundamentales para el monitoreo y la evaluación del riesgo sísmico. El Servicio Geológico Colombiano y la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres lideran estos esfuerzos. Existen mapas de amenaza sísmica, estudios de amenaza por tsunami y diagnósticos generales. Sin embargo, el déficit de control y la falta de planificación urbana se combinan con la desinformación ciudadana y la presión económica de la industria de la construcción. El resultado son ciudades más vulnerables de lo que aparentan.
“No nos podemos engañar, se esperan en Colombia sismos importantes, y aunque la amenaza sísmica no ha sido tan visible como otros desastres más frecuentes como las inundaciones o los deslizamientos, eso no la hace menos peligrosa”, sentenció el profesor Albeiro Rendón Rivera.
En ese sentido es recomendable una constante gestión del riesgo: reconocer las amenazas y predecir cuándo se podría repetir el próximo sismo, porque la energía de la Tierra se acumula y se libera, tarde que temprano.
Por: Natalia Piedrahita Tamayo- Periodista de la oficina de comunicaciones de la Facultad de Minas