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Con la creación de dos nuevos centros de pensamiento —el Centro de Pensamiento en Medios de Vida Sostenible de Comunidades Marino-Costeras y el Centro POLYGESTA—, la Facultad de Minas quiere conectar experiencias del conocimiento técnico-científico con la transformación territorial sostenible.

 

 

La principal motivación para formular estos centros fue la desconexión que existe en gran cantidad de proyectos de investigación y políticas con la realidad del entorno, ya que muchas iniciativas ambientales de gran nivel técnico y científico no explicitan cómo ayudan a las personas o comunidades. Este diagnóstico fue el punto de partida para construir espacios que permitan una reflexión sobre las problemáticas estructurales de Colombia.

 

“Estos centros surgen como un espacio para que los pensadores de los diferentes sectores, desde sus diferentes perspectivas, puedan sentarse a pensar sobre lo que se está haciendo en el país, en este caso, en medios de vida de comunidades marino-costeras y en políticas ambientales”, explicó Alejandro Ramírez Orozco, ingeniero ambiental, miembro del grupo POLYGESTA y coordinador del Centro de Pensamiento en Medios de Vida Sostenible.

 

Con la dirección de Andrés Osorio Arias y la asesoría de la magíster Natalia Zapata y la Corporación Centro de Excelencia en Ciencias Marinas —CEMarín— estas iniciativas quieren impulsar el carácter interdisciplinar e internacional de los currículos de la Facultad de Minas,

 

Por su parte, el centro POLYGESTA surge desde una perspectiva más local, como una iniciativa del Grupo de Investigación Política, Legislación y Gestión Ambiental, liderado por la profesora Elizabeth Carvajal, con la participación del docente Carlos Zárate y la estudiante de maestría Hanna Bohórquez. En ambos casos, los equipos construyeron colectivamente una estructura metodológica, identificaron problemáticas clave —como la contaminación ambiental y los desafíos de las comunidades costeras—, y definieron metas e impactos esperados.

 

“Estamos analizando la política publica de humedales y las políticas marino costera, para revisar desde perfiles interdisciplinarios qué se tiene y qué falta en ellas y, posteriormente, generar mesas de trabajo multiactores —academias, gobernaciones y gremios— para establecer una hoja de ruta en la implementación de mejoras y verificación de si todo lo que está en el papel incide directamente en los territorios”, expuso Elizabeth Carvajal Flórez.

 

A pesar de estar en su primer año de ejecución, los centros ya han logrado una articulación interSede: investigadores de Medellín, Bogotá, Tumaco, Palmira, Manizales y el Caribe han intercambiado perspectivas y experiencias, en colaboración con grupos como OCEANICOS, GPPT y el mismo POLYGESTA.

 

Además, se han desarrollado análisis de política pública ambiental empleando marcos de las ciencias políticas, con el fin de generar recomendaciones útiles para la actualización de normativas y estrategias gubernamentales. En los próximos seis meses, ambos centros tienen previsto realizar reuniones multisectoriales que permitan discutir avances y proyectar el futuro de estas líneas de investigación en el contexto local, regional y nacional.

 

Los desafíos para este tipo de iniciativas no son menores. “Los centros de pensamiento en temas ambientales enfrentan retos que limitan su capacidad de impacto, a la complejidad intrínseca de los problemas ambientales, los cuales son multidimensionales y de largo plazo, integrando variables ecológicas, sociales, económicas y políticas. Esto exige enfoques interdisciplinarios que no siempre son fáciles de implementar o sostener”, declaró Ramírez Orozco.

 

Otro reto es la dificultad de traducir los hallazgos científicos en acciones concretas. “Aunque los centros generan conocimiento, muchas veces este no logra convertirse en lineamientos efectivos debido a la brecha existente entre la investigación académica y los procesos de toma de decisión”, advierte. Esta desconexión se ve agravada por la falta de mecanismos institucionales de articulación con entidades gubernamentales y por las resistencias generadas por intereses económicos establecidos.

 

Pese a los desafíos, la creación de estos centros representa una apuesta valiente y necesaria para repensar el papel de la academia en la solución de los problemas estructurales del país. Al integrar conocimiento científico, participación comunitaria y análisis político, se sientan las bases para una nueva forma de hacer investigación: una que no solo comprenda la complejidad de los territorios, sino que también contribuya a transformarlos de forma concreta y sostenible.

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